Recuerdo cuando llegaste por primera vez a mi vida era una noche de aquel 2 de diciembre del 2012, mi cumpleaños.
Te vi, por lo pequeño y quietico que estabas pensé que eras un peluchito, mi madre te traía en sus brazos, cogiéndote como si fueras un afelpadito peluche, apenas tus pequeñas patitas colgaban de sus brazos.
Al moverte y darme cuenta lo que eras, te cogí en mis brazos, te puse en el suelo y eras tan pequeñito, pues apenas tenías dos meses de edad, después de un rato de estar sentada en el suelo admirándote y dándote comida, me levanté, empecé a organizar tu lugar para dormir, acomodar tu comida y tu agua.
Para ser muy franca te amé desde el primer momento que te alce, me gustan muchísimo los perritos. Tengo que admitir, siempre sentí que eran mucho menos responsabilidad que un bebé pero bueno como ya saben ya tengo uno, aunque bueno eso ya es otra historia.
Pasados los días el amor que brotaba de mí hacia ti era inmenso, pues eras mi más grande compañía en esos momentos donde más te necesitaba. Admito que no fue todo así de lindo como lo escribo. Pues de hecho para enseñarte donde debías hacer popito y chichi fue un caos, la sala mantenía vuelta nada y mi madre histérica jajá. Pero por más que te colocaba periódicos para que hicieras ahí, lo único que lograba era que los miraras, olieras y fueras a otro lugar para hacer tus necesidades eso sí donde no habían periódicos.
Un día decidí sacarte a la calle a darte un paseo para que fueras conociendo y explorando el mundo, hiciste en un pastal y te quedo gustando, gratamente aprendiste de inmediato que tenías que hacer afuera y no dentro de casa, que irónico no, tanto que luche para enseñarte y con una salida fue aún más fácil.
Eras y sigues siendo sumamente consentido, en ese tiempo querías vivir alzado todo el tiempo posible. 2 meses de edad y tantos resabios jajá. Ahora estas gigante y aún quieres vivir alzado, pero eso ya se los contare más adelante.
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